Por Eduardo Tarnassi En periodismo existen temas cíclicos. Algunos vinculados con la naturaleza, como las inundaciones; otros con la política, lo policial y demás cuestiones.
Desde esta columna, que obviamente nada tiene que ver (al menos en la mayoría de los casos) con la actualidad, también circulan temáticas que merecen ser encaradas en más de una oportunidad. La razón es que, como resulta previsible, se suman nuevos lectores y la adquisición de cachorros es una constante: siempre habrá padres que quieren satisfacer los deseos de sus hijos, maridos los de sus esposas, novios los de sus novias o empresarios los de algunos clientes calificados.

De tal suerte, repetir de tanto en tanto una serie de consejos por tener en cuenta nunca está de más, aunque el contenido del artículo implique ampliaciones o modificaciones que no invalidan lo dicho con anterioridad.


La compra: una vez que se ha meditado concienzudamente si el perro que hemos elegido es el que realmente conviene a nuestro carácter, a las condiciones ambientales en las que habrá de desarrollarse o a nuestros usos y costumbres, la elección debe recaer en el cachorro que se muestre a simple vista más vivaz y sano. Hay que evitar dejarse llevar por el sentimiento de compasión que despiertan los de mirada triste y ojos sin brillo, enfermizos y estáticos.

Al veterinario: si el animalito es adquirido en un pet shop, el profesional que trabaja en el local dará fe de su salud. No obstante, lo razonable es hacerlo revisar por otro profesional que va a determinar su estado clínico, si pertenece a la raza que hemos elegido o si su mandíbula no presenta malformaciones congénitas. De acuerdo con lo que observe, indicará cuáles son los pasos por seguir. Casi invariablemente decidirá hacer un análisis de materia fecal para, según el resultado, realizar una desparasitación adecuada. También indicará el plan de vacunación por seguir, aunque se nos haya afirmado que el animalito cuenta con sus vacunas.

Papeles: si se ha comprado un animal de pedigree, el vendedor debe entregar la denominada transferencia. Con ese documento, mediante el pago de un arancel en la Federación Cinológica Argentina, podrá realizarse el cambio de dominio del perrito a nombre del comprador.

Higiene: los hábitos de limpieza pueden enseñarse, con paciencia, a partir del momento en que el cachorro ingresa en el nuevo hogar. Se emplean métodos de reflejo condicionado como, por ejemplo, hojas de papel para que haga sus necesidades.

Paseos: las primeras salidas pueden resultar traumáticas si el cachorro es muy joven. Lo conveniente (en las experiencias iniciales, al menos) es sacarlo en brazos hasta que se acostumbre a los ruidos propios de la calle, la gente extraña y la presencia de otros perros. En rigor, hasta que no se haya completado el plan de vacunación, el animalito no debe pisar la vereda.

Collar: es conveniente dejar pasar al menos 4 meses antes de colocárselo por primera vez, para esperar que sus huesos estén del todo conformados. Eso sí: cuando se lo ponga, el animal tratará de quitárselo con vehemencia. Lo aconsejable es familiarizarlo con el objeto antes de usarlo.

La correa: este elemento, que con el tiempo despertará expresiones de alegría por cuanto indica paseo en puerta, al comienzo será resistido. Conviene practicar en casa, evitando los tirones, hasta que el cachorro comprenda que se pretende que él marche delante del dueño y no a la inversa.

Felicitaciones: cada nuevo logro que alcance en su educación debe ir acompañado de palabras de aliento. Las felicitaciones deben ser efusivas y claras de entender. El ¡Muy bien, muy bien! conviene decirlo en voz alta y acompañarlo con una caricia.

Juguetes: los perros, como los seres humanos, tienen doble dentición. Es decir, dientes de leche y definitivos. El paso de una a otra produce molestias que llevan al cachorro a mordisquear zapatos, muebles, alfombras y muchas otras cosas. Para paliar ese comportamiento, se consiguen en el mercado juguetes saborizados cuya misión es dejar que el animalito descargue en ellos sus ansiedades juveniles.

Alimentación: el veterinario es quien determinará qué debe comer. Existen actitudes que el cachorro tiene que aprender: desde pequeño debe aceptar que usted le quite el plato de comida y no debe mostrarle los dientes por eso. Por otra parte, usted debe respetar los horarios de las comidas del animalito.

Cuidados: cuando son pequeños es conveniente protegerlos de las corrientes de aire frío. La vieja creencia de que no hay que bañarlos hasta los 6 meses ya no tiene vigencia. Si se lo higieniza tomando las debidas precauciones, todo saldrá bien. En esta época del año es conveniente calefaccionar el baño y disponer de agua tibia. Emplee un jabón suave, evitando que le entre en los ojos, enjuáguelo bien, séquelo friccionándolo con una toalla y luego con el aire caliente de un secador de pelo. No hay que extrañarse si luego del baño el cachorrito se duerme profundamente, después de orinar como si nunca lo hubiera hecho.

La lista de recomendaciones podría ser más extensa, especialmente las destinadas a refutar mitos que se encuentran profundamente arraigados. Pero eso será motivo de una nota venidera.

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